domingo, 21 de febrero de 2010

Raúl Baglini: cerca de Cobos cuando las papas queman


Fue candidato a gobernador, diputado y senador nacional. No acompañó al Vicepresidente en su paso por el kirchnerismo y lo aconseja desde el voto “no positivo”. Comandará los planes de gobierno de una UCR que quiere volver al poder.

Esporádica fuente de consulta de Julio Cobos mientras el actual vicepresidente era gobernador de Mendoza, Raúl Baglini le avisó que no lo acompañaría en "su aventura política" con los Kirchner y votó la fórmula ungida por la UCR que formaban el peronista Roberto Lavagna y el radical Gerardo Morales.

La anécdota pinta de cuerpo entero a Baglini, al que los radicales no le dejaron presidir la UCR "por ser demasiado cobista", mientras los cobistas lo critican por ser "demasiado radical".

El mal pálpito que tuvo Baglini sobre "la aventura" de los radicales K tiene una anécdota que pocos conocen. Unos días antes de la asunción de la fórmula Fernández-Cobos ante la Asamblea Legislativa, Baglini le mandó una carta a Cristina explicándole que el protocolo mandaba que sólo estuvieran el presidente entrante y su vice ante la Asamblea Legislativa. Por eso le pidió que desistiera de protagonizar todo el acto al lado del presidente saliente. La Presidenta leyó su consejo pero hizo exactamente lo contrario.

El mal pálpito de Baglini se convirtió en la certeza de que se aproximaba un desastre.
No es que antes se hubiera llevado mejor con la flamante Presidenta. Les tocó estar juntos en el Congreso y Baglini (frontal hasta que duele) era tal vez el radical que más lograba irritar a la temperamental senadora. El sentimiento era mutuo.

Pero hay otra mujer de carácter con la que nunca logró congeniar: Elisa Carrió, que esta semana puso a cobistas y radicales a punto de ebullición cuando los amenazó con abandonar su alianza política si elegían a Cobos como su candidato. En privado, Baglini la llamó "la ministra de la demolición de Kirchner", porque la acusa de ser funcional a las intenciones del ex presidente: dividir a la oposición.

La mala relación con Carrió es algo que Cobos y Baglini tienen en común, pero los une mucho más que eso. Cuando el vicepresidente llegó al Senado, "el gordo" Baglini (siempre le quedará el apodo aunque en los últimos meses rebajó 40 kilos) le ofreció su consejo y le señaló a varios empleados parlamentarios en los cuales podía confiar. "Cuando necesites una mano me llamás", se despidió. Lo llamaron antes de lo que imaginaba.

Raúl Eduardo Baglini, así figura en su DNI, pronto se convirtió en su gurú parlamentario, y tenía méritos para serlo. Militante desde su adolescencia, a los 33 años entró al Congreso como diputado de la UCR por Mendoza y no se movió por tres mandatos consecutivos (entre 1983 y 1993). La llegada de la Alianza en el 99 lo depositó otra vez en Diputados, pero en 2001 lo cambió por el Senado, con tanta mala suerte que en sorteo le tocó dejar la banca en 2003, cuando volvió a la actividad privada.

Justamente, ese ir y venir entre la política y las altas esferas empresariales y financieras es la mayor crítica que le hacen sus detractores. "No estoy seguro de si es un político con muy buena penetración en el establishment o un infiltrado del establishment entre nosotros", lo definió un cobista que no le tiene simpatía.

Sea cual fuere su actividad preferida, le fue bien en ambas. Ganador en 2008 del premio Konex como uno de los cinco mejores legisladores de la década, Baglini fue protagonista de todas las batallas que los gobiernos radicales dieron en el Congreso a partir del retorno democrático. Cultor de un ácido e inteligente sentido del humor, sobre su experiencia en esas dos gestiones inconclusas siempre repite una frase: "Ahora soy muy útil para decir lo que no hay que hacer".

En los años de menemismo le tocó ser oposición o negociar, según el mandato partidario, en temas polémicos como las privatizaciones, la reforma provisional o la convertibilidad.

La rareza de haber sido por muchos años tanto oficialista como opositor le permitió ser uno de los pocos políticos argentinos con teorema propio. El "teorema de Baglini", cuya autoría le reconoce toda la clase política, dice que cuanto más cerca del poder está un político más moderado se vuelve, y cuanto más lejos, más irresponsable o utópico.

En sus 14 años en el Congreso, Baglini fue presidente de las estratégicas comisiones de Presupuesto y Hacienda y de Finanzas, presidente del bloque de Diputados de la UCR y vicepresidente del Senado. Presentó más de 550 proyectos, y casi un centenar se convirtieron en ley. Abogado especialista en quiebras, seguros, derecho comercial y tributario, casi todas las leyes vinculadas a esas áreas pasaron por sus manos.

Su papá, Elías Baglini (un hijo de inmigrantes libaneses que fue convencional, diputado y senador provincial por la UCR) llegó a presidente de la Corte Suprema de Mendoza en 1983. Renunció en el 87 para prevenir cualquier eventual conflicto de poderes cuando su hijo se postuló como gobernador.

Para los que lo conocen desde entonces, aquella "fue la peor derrota del gordo", que sorpresivamente perdió la elección ante el carisma y la cintura mediática del peronista José Octavio Bordón.

Sea por esta conjunción de factores o no, Baglini estuvo en el lugar indicado en el momento justo. Unas horas antes de votar contra las retenciones al campo en el Senado, Cobos lo consultó buscando la salida salvadora a su encrucijada. "Si hay empate vos tenés que votar positivo o negativo, lo dice el reglamento", fue el mensaje final de Baglini.

Cobos le dijo entonces que "alargar el conflicto era criminal". Iba a votar en contra del Gobierno. "Pero la palabra negativo no me gusta", cerró el vicepresidente, que en los minutos que siguieron acuñó por su cuenta el elíptico "voto no positivo".

Desde entonces, Baglini se reúne con Cobos cada vez que viaja a Buenos Aires, una vez por semana, que en tiempo de crisis política puede convertirse en todos los días, como pasó este verano.

La segunda encrucijada que tuvo que sortear Cobos (por la remoción de Martín Redrado del Banco Central) lo encontró a Baglini redactando el dictamen del Vicepresidente, a pesar de que en el Senado rechazó cualquier cargo formal como asesor.

La última misión

Como queda claro, Baglini siempre aparece cerca de Cobos cuando las papas queman. Su función central es conducirlo por los espinosos caminos del Senado. También le aconseja cómo mantener el delicado equilibrio (hoy roto) con la Casa Rosada, que ya anunció que intentará cercenar aún más las limitadas funciones del vice. Su última misión: conducir a Cobos de regreso a la UCR y convertirlo en su candidato.

Aunque Baglini siempre dice que "es muy jodido aconsejar a un ingeniero", porque piensan que las cosas se resuelven abriendo o cerrando una válvula, elogia tres virtudes de Cobos: apertura, ejecutividad y diálogo. "No habla bonito ni es Churchill, pero los presidentes de Chile y Brasil tampoco lo eran y mirá qué bien que les fue", analiza.

Además, el perfil pluripartidario de Cobos le recuerda su propia historia familiar, marcada por el debate entre su padre radical y sus tíos Pedro -peronista- y Antonio -socialista-.

Fanático de la ópera, la mitología griega, la historia y dueño de una memoria prodigiosa, en su vida personal vio tantos contrastes como en la política. Su abuelo tuvo cuatro hijos varones, en cambio él, cuatro mujeres.

El único deporte que practica es jugar a las cartas, pero una de sus hijas está casada con un austríaco campeón olímpico de esquí. Lo postulaban para presidir la UCR, pero quedó al frente del Instituto de Políticas Públicas del partido, que deberá armar los programas de cara a 2011.

Para muchos, hoy y desde ese lugar, Baglini es el hombre justo para mover los engranajes de un partido que quiere apostar a Cobos… pero no a cualquier precio. Diario La Nación Por Laura Capriata

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