martes, 25 de mayo de 2010

Doscientos años de esperanza - Julio César Cleto Cobos

Hace doscientos años nuestros compatriotas iniciaron el camino de la libertad, que sería consolidado seis años después con la declaración de nuestra independencia. Es importante dimensionar la tarea de aquellos hombres y mujeres que lucharon unidos y dieron hasta su vida por una idea, un deseo, una utopía. Fue precisamente esa utopía la que dio origen a nuestra patria, basada en los principios de igualdad y libertad.

Estas virtudes quedaron impresas en los genes del ser nacional y surgieron nuevamente en momentos trascendentales de nuestra historia. Hoy no sólo celebramos lo sucedido hace dos siglos, sino que recordamos cada uno de los doscientos años que nos preceden, porque en diversos momentos encontramos batallas y conquistas nobles, que nos hacen sentir orgullosos de ser argentinos. Los errores y equivocaciones del pasado, hoy constituyen enseñanzas y aprendizajes que nos sirven para reflexionar y no repetirlos.

Doscientos años pueden parecer muchos pero no lo son en la construcción de procesos sociales y culturales. La perspectiva personal del tiempo es distinta a la de las construcciones colectivas de una Nación y un estado.

¿Cuántas generaciones? ¿Cuántos encuentros y desencuentros? ¿Cuántas ilusiones? ¿Cuántos logros alcanzados? ¿Cuántos fracasos? ¿Cuántas vidas?

En doscientos años, asumimos nuestra soberanía, logramos nuestra independencia y colaboramos en la consolidación de la misma en países hermanos. Nos organizamos jurídicamente, nos dimos una Constitución Nacional y fuimos capaces de crear leyes e instituciones para el funcionamiento del Estado.

En doscientos años, conformamos nuestro pueblo con personas de diferentes credos, orígenes y culturas; generando un complejo tejido social y cultural a partir del aporte de miles de hombres y mujeres que adoptaron este vasto territorio como propio.

En doscientos años, fuimos vanguardia en la educación pública, gratuita y obligatoria, en los derechos sociales y laborales, en la movilidad social, el voto universal, el voto femenino y la defensa irrestricta de los derechos humanos.

En doscientos años, mostramos con orgullo al mundo escritores como Alfonsina y Borges; científicos magistrales como Leloir y Favaloro; dirigentes transformadores como Yrigoyen, Perón y Alfonsín; genios de la música como Atahualpa Yupanqui y la inolvidable Mercedes Sosa.

Es justo reconocer que en nuestra historia muchas veces primaron los conflictos sobre los acuerdos, los desencuentros sobre los encuentros; sin embargo fueron los acuerdos y los consensos los que marcaron hitos. Una nación es tal, si quienes la constituyen -y a pesar de las diferencias- creen y proyectan un futuro de bienestar y metas compartidas.

Somos concientes que aún existen deudas pendientes y desafíos por superar, así como también de la necesidad de generar un verdadero cambio cultural, que propicie una convivencia basada en el respeto al otro y a lo público, en definitiva, a los derechos de todos. Lo que hoy falta debe transformarse en motor para superar los desafíos y debemos ser optimistas, porque para lograrlo nos acompañan las experiencias pasadas, nuestros próceres y héroes y fundamentalmente nos acompañan nuestros hijos, nietos y generaciones venideras.

Cada uno de estos doscientos años de historia deben ser tomados como un ejemplo motivador de lucha y constancia para generaciones presentes y futuras; para redoblar esfuerzos, para seguir utopías, para constituir la unión nacional, afianzar la justicia y promover el bienestar general.

Por Julio César Cleto Cobos

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