viernes, 31 de julio de 2009

El radicalismo y el Gobierno ensayan un pacto de gobernabilidad


Ya hubo al menos una reunión con Aníbal Fernández y los principales referentes de la UCR. Esto explica la moderación del radicalismo en el Congreso, con temas ríspidos como retenciones y facultades delegadas. La idea de recrear el bipartidismo y los roles de Néstor y Cristina Kirchner.

Raúl Baglini es el autor del famoso teorema de la gobernabilidad, esto es que una fuerza política se vuelve más razonable –o conservadora- en la medida que se acerca al poder. El pensamiento de este connotado dirigente radical –que talla y mucho al interior del partido, al punto que Julio Cobos coqueteó con su nombre para la presidencia de la UCR-, adquiere por estas horas una vigencia feroz.

Fuentes del bloque de diputados de la UCR confirmaron a La Política Online que días atrás hubo una reunión cumbre en un domicilio porteño que reunió al jefe de Gabinete Aníbal Fernández, con dirigentes de primera línea del radicalismo, entre los que se destacaba el eterno Enrique “Coti” Nosiglia.

Allí los radicales comenzaron a delinear un acuerdo político que garantice la gobernabilidad de la actual gestión hasta el 2011. Esta voluntad se puede observar cuando empiezan a surgir, por ejemplo en diputados, voces como la del titular de la bancada radical, Oscar Ahuad, que en las últimas semanas empezó a argumentar la necesidad de garantizar la sustentabilidad fiscal del gobierno, frente a la arremetida de la Mesa de Enlace para que las retenciones se bajen a cero.

Algo de esto se habló ayer en el bloque radical, cuando el economista Mario Brodherson trazó un panorama dramático sobre la situación fiscal de la Argentina.

Misma prudencia que los radicales están esbozando en otros asuntos urticantes, como la reforma del Consejo de la Magistratura. El jefe del bloque de senadores radicales, Ernesto Sanz, en diálogo con este periodista se mostró sugestivamente conciliador con Aníbal Fernández, le restó toda responsabilidad en la reforma kirchnerista de ese organismo y habló de la necesidad de dar “debates de fondo” antes de volver a modificarlo. Esto es tiempo.

Es notable observar como se comportan los distintos actores sociales frente a un escenario de crisis como el actual, lo que lleva a repensar la critica fácil y un tanto frívola a la denominada “vieja política”. Algo de memoria institucional, de reflejo histórico, de conciencia de Estado, evidentemente se construye en las organizaciones políticas con el paso de los años, que termina impregnando a sus hombres más relevantes.

Frente a la debilidad extrema que exhibe el Gobierno, mientras la Mesa de Enlace se sube a un extremismo que copia los peores rasgos del kirchnerismo, en la centenaria UCR se producen fascinantes deslizamientos hacia la mesura. Que se entienda, no es un repentino amor al kirchnerismo lo que ha invadido a los descendientes de Yrigoyen y Alem. Lo que vislumbran es la posibilidad del caos.

Es que los radicales, por estas horas tienen la autoestima alta ya que a su revitalización parlamentaria –a partir del 10 de diciembre serán la segunda fuerza del país y muy cerca de la primera-, le suman contar con el candidato que por lejos hoy mejor mide para el 2011: Julio Cobos.

“Los Kirchner se tienen que quedar hasta el 2011, pero empezando a ordenar todo lo que desordenaron. Van a tener que hacer los ajustes y correcciones que hacen falta. Esta vez no vamos a ser tan tontos de agarrar la bomba justo antes de que estalle”, afirmó a La Política Online, uno de los hombres que participan del diálogo subterráneo que por estas horas se construye con el Gobierno.

Los radicales si hay algo que no quieren es un final anticipado del Gobierno y que Cobos tenga que asumir en medio del caos. “Ese escenario sólo serviría para incendiar a Cobos, que debería tomar todas las medidas antipáticas, para que en el 2011 venga Macri o Reutemann a capitalizar el rebote”, agregaron las fuentes.

En este marco, los radicales con su infinita paciencia forjda al calor de sus eternas internas, miran como a chicos descarriados a algunos compañeros de la oposición al kirchnerismo, de la Coalición Cívica y el macrismo, que mantienen demandas de máxima frente al gobierno, acaso sin comprender que la situación pegó un vuelco de 180 grados. Ya no se trata de enfrentar el riesgo de la hegemonía, sino de sostener a un gobierno en estado de extrema debilidad.

Es que en esas charlas reservadas, también se abordó lo estratégico. Más allá de la urgencia de la crisis actual, se coincidió en que es necesario restablecer el bipartidismo en la Argentina, para darle sustentabilidad al sistema. De nuevo, la memoria histórica sobrevuela estas charlas, radicales y peronistas han aprendido a convivir, se entienden y conjugan la idea de la alternancia. Como casi todo en la vida, esto puede verse desde el escándalo como un “pacto oscuro” a espaldas de la sociedad, o como el esfuerzo de políticos experimentados que tratan de darle cierta estabilidad a esa nave impredecible que es la Argentina.

No es menor la tarea que Aníbal Fernández y otros hombres claves del Gobierno se pusieron al hombro -incluído el propio Carlos Zanini, que primero resistió la idea de ceder-. Se trata de enhebrar un nuevo consenso que también incluya a los gobernadores peronistas y que vaya “llevando” al Gobierno a posiciones más conciliadoras.

El rol de Cristina

La diferencia obvia con el Pacto de Olivos de estos diálogos y que explican su reserva, se origina en la naturaleza inestable de la cúpula del poder. Es decir, los radicales en estas conversaciones han solicitados varias cosas muy concretas –una de ellas la salida de Guillermo Moreno-, pero no está claro que Cristina Kirchner pueda garantizar su ejecución.

“Ella cambió, ahora tiene la intención de liderar políticamente”, comentó a La Política Online uno de los protagonistas del diálogo. Pero con la misma sinceridad agregó: “la duda es hasta donde puede llegar en la implementación del cambio”.

El problema –desde esta mirada- es bastante obvio y se llama Néstor Kirchner. El ex presidente es visto como un factor de inestabilidad institucional que puede entorpecer o directamente dinamitar el frágil consenso que se está trabajando. De allí que todo sea extremadamente provisional. No se trata como en los 90 de los líderes indiscutidos de los dos partidos mayoritarios rubricando un acuerdo político.

La Argentina de hoy es un territorio político mucho más fragmentado, con liderazgos y condicionados; un escenario de forzada horizontalidad que demandará lo mejor de la política, para transitar un tiempo que se aventura inestable, dramático y fascinante.

Fuente:

http://www.concobos.com/

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